martes, 14 de febrero de 2012

Solo por hoy.


Solo por hoy, seré feliz. Arrancaré de mi espíritu todo pensamiento triste. Me sentiré más alegre que nunca. No me lamentaré de nada.

Hoy agradeceré a Dios la alegría y la felicidad que me regala.

Trataré de ajustarme a la vida. Aceptaré el mundo como es y me adaptaré a él. Si sucede algo que me desagrada, no me mortificaré ni me lamentaré. Agradeceré que haya sucedido, porque así se puso a prueba mi voluntad de ser feliz.

Hoy seré dueño de mis nervios, de mis pensamientos, de mis impulsos. Para triunfar tengo que tener el dominio de mí mismo.

Trabajaré alegremente, con entusiasmo y con amor. Haré de mi trabajo una diversión. Comprobaré que soy capaz de trabajar con alegría.

No pensaré en los fracasos. Si las personas a quienes les tengo afecto me desprecian, lo ofreceré al Señor.

Seré agradable. Si comienzo a criticar a una persona, cambiaré la crítica por el elogio. Toda persona tiene sus defectos y sus virtudes. Olvidaré los defectos y concentraré mi atención en sus virtudes. Evitaré conversaciones y discusiones desagradables.

Hoy voy a eliminar dos plagas: la prisa y la indecisión. Viviré con calma, con paciencia, porque la prisa es la enemiga de una vida feliz y triunfadora. No permitiré que la prisa me acose, ni que la impaciencia me abrume. Haré frente a todos los problemas con decisión y valentía y no dejaré ninguno para mañana.

No tendré miedo, actuaré valientemente. El futuro me pertenece, olvidaré lo desagradable del pasado. Tendré confianza en que Dios ayuda a los que trabajan y luchan. No envidiaré a los que tienen más dinero, más belleza o más salud que yo.

Trataré de resolver los problemas de hoy. El futuro se resuelve a sí mismo. El destino pertenece a los que luchan.

Hoy tendré un plan que habré de realizar. Si algo se me queda por hacer no me desesperaré, lo haré mañana.

No pensaré en el pasado ni guardaré rencor a nadie, practicaré la ley del perdón. Asumiré mis responsabilidades y no echaré la culpa de mis problemas a otras personas. Comprobaré que Dios me ama y me premia.

Haré un bien a alguien. ¿A quién? Quizás a mí mismo. Buscaré a otra persona para hacerlo, sin que lo descubra. Seré cortés y generoso. Trataré de pagar el mal con bien.

Al llegar la noche comprobaré que Dios me premió con un día de plena felicidad, y le daré gracias.

Y de mañana haré otro día como hoy

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